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Fútbol y política: La derecha impidió la fiesta de millones de argentinos
Publicado 27 diciembre 2022



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"Muchachos, nos volvimos a ilusionar, quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial....."

                                                                                                                                  "Esto también es tu victoria"

                                                                                                                                     De Leo Messi a Maradona.

"Muchachos, nos volvimos a ilusionar, quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial............"

El grito era atronador, mientras más de 5 millones de personas salían a festejar el arribo de la Selección Nacional Argentina al aeropuerto internacional de Ezeiza. Jamás se ha visto semejante movilización en toda la historia argentina. Una ciudad de Buenos Aires totalmente colapsada por una multitud que coreaba cánticos, expresaba su emoción y se extendía de acuerdo al trayecto que le fuera marcado por las autoridades.

Es evidente y lo he reiterado en varias columnas pasadas que la desmesura con la que se vive el fútbol en Argentina no sólo trasciende fronteras, sino que también conmueve a millones de corazones que siempre encontraron en el fútbol el deporte por excelencia, además de un justificado desahogo popular. El mismo deporte que permite recuperar la alegría, el imaginario colectivo y la unión de un país, dividido y frustrado por una evidente crisis de representatividad, mediante promesas no cumplidas, golpes militares sangrientos y un devenir histórico que obedeció más a las minorías oligarcas que a un pueblo esperanzado.

El día de ayer será recordado porqué el pueblo en las calles cantó, bailó y se manifestó para despertar su verdadero sentimiento por un grupo de jugadores que se identificó y de alguna manera también representó los intereses más genuinos de aquellos que se dieron cita en el obelisco porteño, para ver de cerca a sus queridos futbolistas. 

Todo ello demostró simultáneamente la actitud lamentable por un lado de los medios de comunicación hegemónicos, como el grupo Clarín o La Nación, que hicieron todo lo posible para denigrar a la selección, estigmatizando la figura de Messi como "vulgar" o "mal educado", al igual que el siempre odiado y despreciado por el poder, Diego Maradona.

Sabemos que la derecha no descansa y que la historia nos demuestra que no soportan ver al pueblo en las calles manifestándose o expresando su alegría.

Desgraciadamente el día de ayer no fue la excepción, ya que el autobús que trasladaba a los jugadores, llegando a la Ciudad de Buenos Aires (cuyo gobierno está en manos del partido derechista PRO, que lidera el ex presidente Mauricio Macri) disminuyó notablemente el número de integrantes de la seguridad, dejando el mismo librado sólo a ocho motociclistas de la Polícía de la Ciudad, que poco y nada podían hacer ante la impresionante multitud que llegó al evento. El gobernador de la Ciudad más importante de la República Argentina (la que cuenta con mayor presupuesto nacional), Horacio Rodríguez Larreta, candidato a ser presidente en 2023 por la alianza derechista, no sólo impidió la fiesta de la gente que esperaba desde hace más de 10 horas bajo una temperatura de casi 32 grados, en la Plaza de la República, sino que dio orden de suspender la marcha de los campeones, mediante cabildeos que dejaban librado a la suerte de cada quién la seguridad del autobús dónde llegaban los futbolistas. El mismo gobierno que reprimió brutalmente manifestaciones sindicales, de maestros y jubilados, demostró una vez más su incapacidad de organizar un acto masivo o simplemente de proteger a los seleccionados y los manifestantes. Los mismos que se jactan sin prejuicios de ser un gobierno de mano dura, poner orden y aplicar el gatillo fácil contra la delincuencia, son los que ayer evidenciaron un rotundo fracaso de planificación ante un hecho histórico como fue la mayor movilización nacional que se tenga registrada. El mismo fracaso que evidenciaron ante el desborde de multitudes durante el sepelio de Diego Maradona, hace dos años en Plaza de Mayo, o ante el intento de asesinato de la vicepresidenta de la Nación, Cristina Kirchner, el pasado 1 de septiembre.

 No pudieron o no quisieron, tal vez por falta de voluntad política.

Sea por una u otra causa,  difícilmente estos falsos adalides de la libertad, puedan prever u organizar actos masivos. Sólo saben de represión e intentos de sacarse de encima lo antes posible a tan "molestos" ciudadanos, porqué en definitiva un pueblo alegre es mucho más difícil de manipular que un pueblo triste o arrojado en la incertidumbre, tal como intentan transmitir los medios dominantes.

Sin duda que llamó poderosamente la atención la falta de un corredor seguro para llegar al obelisco, así como también el reemplazo del autobús por helicópteros de la Prefectura Nacional, tan lejanos a la distancia de la multitud. Seguramente el hecho de no haber llegado a la Casa Rosada, como si lo hicieron los campeones mundiales de 1978-1986, hubiera sido lo correcto, pero es muy predecible sospechar que un presidente más preocupado por lo que digan sus opositores que por lo que realmente debe hacer, prefirió omitir y guardar silencio ante cualquier tipo de acción.

Lamentablemente a estas horas, observamos que varios detenidos y más de 64 heridos dejaron los sucesos festivos, producto de la incapacidad de los organismos de seguridad para prevenir y no para acudir cuándo todo está desmadrado.

Por la noche siguieron los enfrentamientos y disturbios en el centro de Buenos Aires que dejó un saldo de 31 heridos, entre ellos diez policías y bomberos, más 14 detenidos.

Triste final de un festejo que no supo ni quiso prevenir el gobierno derechista de la Ciudad de Buenos Aires, por dejar huérfana a la gente, por no garantizar el cuidado de sus ciudadanos, porqué en definitiva no pueden gobernar un país sin palos, sin gases, sin balas de goma, sin reprimir y destruir, como lo hacen todos los encargados de sus organismos de seguridad.


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